Carne de membrillo

noviembre 19, 2015

Dicen que el membrillero crece y es capaz de dar frutos en casi cualquier clima y en terrenos difíciles, tal vez sea por eso que, primero los griegos y después los romanos, asociaban esta fruta con la fertilidad. Tanto Afrodita como Venus se representan a menudo con un membrillo en la mano. A estas diosas se les ofrecía la fruta para conseguir fecundidad y amor. 

Había una costumbre entre estos pueblos que consistía en dar de comer membrillo a las novias antes de ir a la cámara nupcial para hacer más aromático el primer beso. También he leído que el membrillo lo tenían que compartir los esposos en su noche de bodas. Supongo que el membrillo se lo darían ya endulzado porque "a palo seco" no hay quien se lo coma. 

Esa costumbre de comer membrillos después de la boda no la he visto nunca, pero lo que sí he visto es guardar estas frutas en los armarios para perfumar la ropa. Además de por su aroma cuentan que aseguraban la armonía en el hogar.

No sé si mejora la fertilidad o no, ni si asegura paz en la casa, pero lo que sí está demostrado es que el membrillo tiene propiedades terapéuticas sobre el aparato digestivo y que está muy rico.

Una forma en la que se consume con frecuencia la carne de membrillo es con queso, podéis ver una forma de presentación en las fotografías. La próxima semana pondré otra forma bastante resultona en la que podemos consumir este dulce.

Hay varias maneras de hacer carne de membrillo, os propongo una muy sencilla y rápida, aunque he comprobado que no es una ciencia exacta porque, haciendo lo mismo, con algunos membrillos me ha quedado una crema y con otros me ha quedado la consistencia perfecta como para cortarlos, como la que veis en la foto. Supongo que algunos membrillos tienen más pectina que otros. De todas formas, si queda con textura crema, se pueden hacer unas recetas que resultan más difíciles si se trata de un membrillo más consistente. 


Ingredientes:
Para obtener unos 500g de Carne de membrillo.

Las cantidades que os pongo son "redondas" para que os hagáis una idea, pero realmente lo que hago es poner un 20% menos de azúcar que de membrillo.
  • 300 g de membrillo cocido y escurrido.
  • 240 g de azúcar blanquilla.
  • Unas gotas de limón.
  • Agua para cocer: la suficiente para que queden cubiertos.

Elaboración:
  1. Pelaremos los membrillos, les retiraremos el corazón porque es muy duro los troceamos y los coceremos en agua con unas gotas de limón. Cuando estén blandos, cosa que puede costar entre 7 y 10 minutos, dependiendo del tamaño en el que lo hayáis cortado, los sacaremos del agua y los dejaremos en un escurridor para que pierdan el agua.
  2. Pesaremos el membrillo escurrido y le añadiremos azúcar en una cantidad más o menos de un 20% menos de peso. Lo pondremos en una cacerola y lo coceremos entre media hora y tres cuartos. Veréis que está muy líquido.
  3. Trituraremos la preparación con una batidora, así veréis que se esperará bastante.  Seguiremos cociendo y removiendo sin parar hasta que espese lo suficiente como para que, al poner la cuchara de madera clavada en el medio de la preparación, se mantenga en pie (ya sé que es poco científico). Media hora más o menos a fuego medio (en una vitrocerámica que vaya de 1 a 9, lo he tenido al 4).
  4. Para guardar la preparación usaremos un recipiente de cristal (hay que tener cuidado al poner el membrillo en el recipiente de cristal, tenéis que dejar que se enfríe bastante porque se os puede romper con el choque térmico) o de plástico y dejaremos el dulce en la nevera hasta su consumo.
Observación:
  1. El color del membrillo se debe en parte a lo que se oscurezca por un proceso de oxidación mientras lo cortamos, Hay algunos membrillos que se oxidan menos y queda una preparación muy clara. Si lo queréis más oscuro tengo un truco que tal vez no sea muy ortodoxo pero funciona: Colocarenos en otra cacerola una cucharada o dos colmadas de azúcar seco, la calentaremos y dejaremos que caramelice hasta que tenga un color dorado oscuro, echaremos este caramelo al membrillo mientras todavía esté hirviendo para que no haya choque térmico y  lo removeremos muy bien.

Un libro:
Y hablando de membrillos que aromatizan armarios roperos...el armario más famoso de la literatura fantástica es aquel que llevaba derechito a Narnia.

El primer libro de la saga "Las crónicas de Narnia" se titula "El león, la bruja y el armario" y fue escrito en 1950 por L.S. Lewis. La historia empieza cuando los niños protagonistas van a vivir a una casa de campo para alejarse de los bombardeos de Londres durante la 2ª Guerra Mundial. 

Llevada por la curiosidad la más pequeña de los niños se adentrará en un armario y acabará llegando a un mundo fantástico: Narnia.

¿Qué habría dentro del armario? Valía la pena averiguarlo, aunque, seguramente, estaría cerrado con llave. Para su sorpresa, la puerta se abrió sin dificultad. Dos bolitas de naftalina rodaron por el suelo.La niña miró hacia el interior. Había numerosos abrigos colgados, la mayoría de piel. Nada le gustaba tanto a Lucía como el tacto y el olor de las pieles. Se introdujo en el enorme ropero y caminó entre los abrigos, mientras frotaba su rostro contra ellos. Había dejado la puerta abierta, por supuesto, pues comprendía que sería una verdadera locura encerrarse en el armario. Avanzó algo más y descubrió una segunda hilera de abrigos. Estaba bastante oscuro ahí adentro, así es que mantuvo los brazos estirados para no chocar con el fondo del ropero. Dio un paso más, luego otros dos, tres... Esperaba siempre tocar la madera del ropero con la punta de los dedos, pero no llegaba nunca hasta el fondo.—¡Este debe ser un guardarropa gigantesco! —murmuró Lucía, mientras caminaba más y más adentro y empujaba los pliegues de los abrigos para abrirse paso. De pronto sintió que algo crujía bajo sus pies.«¿Habrá más naftalina?», se preguntó.Se inclinó para tocar el suelo. Pero en lugar de sentir el contacto firme y liso de la madera, tocó algo suave, pulverizado y extremadamente frío. «Esto sí que es raro», pensó y dio otros dos pasos hacia adelante.Un instante después advirtió que lo que rozaba su cara ya no era suave como la piel sino duro, áspero e, incluso, clavaba.—¿Cómo? ¡Parecen ramas de árboles! —exclamó.

Una canción:
Bueno, pues la canción va por lo de las diosas de la Fertilidad, en realidad por Venus. 

La canción que pongo se titula "Venus" y aparece en un álbum titulado "Atlas" publicado por el grupo americano Sleeping at last en 2014. 

Escuchar el disco completo es una experiencia dulce y relajante. 



You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

ESCRITORES

Ael Meeropol Akiyuki Nosaka Amos Oz Amy Tan Ana Frank Andrea Camilleri Ángel Villoldo Ángeles de Irisarri Anónima Anthony Doerr Antonio Machado Astrid Lindgren Audur Ava Ólafsdóttir Benito Pérez Galdós Carlos Castán Charles M. Schulz Chimamanda Ngozi Cormac McCarthy Daniel Defoe David Foster Wallace Diana Gabandón Dickens Dino Buzzati Dolores Redondo Don Winslow Dylan Thomas Edgar Allan Poe Edith Wharton Edmond Rostand Edmondo De Amicis Elena Ferrante Elizabeth Gaskell Elvira Lindo Enid Blyton Ernest Hemingway Ernesto Sábato Federico García Lorca Fiódor Dostoyevski Fred Vargas Gabriel García Márquez Galder Reguera García Lorca Giani Stuparich Gloria Fuertes Händel Hans Chistian Andersen Harper Lee Herman Melville Irène Nemirovsky Irene Vallejo Ivan Doig J R R Tolkien J.K. Rowling James Joyce Jane Austen Jerome David Salinger JJ Benítez Jo Nesbø John Kennedy Toole John Steinbeck John Williams Jonathan Franzen José de Espronceda José Luis Sampedro José Saramago JRR Martin Juan Gómez Jurado Juan Tallón Julián Ayesta Kate Atkinson Knut Hamsum L.S. Lewis LeónTolstói Lewis Carroll Louise Erdrich Louise May Alcott Lucia Berlin Lucy Maud Montgomery Maj Sjöwall y Per Wahlöö Marcel Proust Marjane Satrapi Mark Twain Mary Karr Mary Shelley Michael Ende Michel Haneke Miguel Delibes Miguel Mena Ng Celeste Nieves Concostrina Oliver Parker Oscar Wilde Pablo Neruda Patrick Rothfuss Patti Smith Paul Auster Peter Heller Pierre Lemaitre Rafik Schami Ramiro Pinilla Ramón J. Sender Ray Bradbury Rimbaud Robert Louis Stevenson Rosa Montero Rosa Ribas Rudyard Kipling Salman Rushdie Sam Savage San Juan de la Cruz Sara Gran Sarah Winman Stefan Zweig Stephen King Steven Knight Stieg Larsson Svetlana Alexiévich Terry Pratchett Thomas Hardy Tim O´Brien Truman Capote Umberto Eco Vasili Grossman Vicente Blasco Ibañez Vicenzo Bellini Víctor Hugo Virginia Woolf Vladímir Nabókov

MÚSICOS